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Nuevas terapias: Mindfulness y alzhéimer

22 - 05 - 2017

Categorías: Divulgación

REALIDAD Y MITOS DE LAS TERAPIAS NO FARMACOLÓGICAS (TNF) II

JOSÉ ANTONIO SÁNCHEZ MARTÍN | NEUROPSICÓLOGO – PSICÓLOGO GENERAL SANITARIO

Dentro de las TNFs de las que ya se ha hablado anteriormente en el artículo «TNF´s en alzhéimer: El estado de la cuestión», encontramos una terapia que se encuentra en auge en estos momentos por ser habitual oír hablar de ella en diferentes ámbitos y por diferentes profesionales, el mindfulness.

Mindfulness se podría traducir como Atención Plena, Plena Conciencia, Presencia Mental y Presencia Plena/Conciencia Abierta entre otras. Su definición sería: «prestar atención de manera intencional al momento presente, sin juzgar» (Jon Kabat-Zinn, 1991). Podría decirse que el mindfulness enseña a la persona cómo relacionarse con lo que está pasando en su vida en el presente, dejándolo transcurrir, haciéndolo consciente, y aceptando lo que ocurre; al contrario de una vida en la que la atención está focalizada en pensamientos sobre aprendizajes pasados o lo que va a ocurrir, reaccionando de manera automática y no adaptativa.

Por el tipo de terapia y el uso habitual que se le está dando, en la enfermedad de Alzhéimer se ha situado como una acción terapéutica efectiva cuando se dirige al cuidador. Y en este momento no se profundizará en esta práctica, pues más adelante se publicará algún artículo sobre este aspecto.

En este artículo, se responderá a la pregunta ¿Es también el mindfulness efectivo para las propias personas con enfermedad de Alzhéimer?

Pues efectivamente es posible que una intervención basada en mindfulness tenga efectos positivos en las personas con alzhéimer. En primer lugar puede discutirse y es controvertida la efectividad en términos de mantenimiento de la capacidad o función cognitiva (atención, memoria, lenguaje, etc.).

Algunos estudios no encuentran diferencias entre intervenciones con mindfulness y la estimulación cognitiva (Hernández et als., 2015) o entre éstas y el grupo control (intervenciones sin mindfulness), aunque si se practican seguimientos a largo plazo (Quintana – Hernández et als, 2016), la adherencia a tratamientos (Lima, 2016) y la evolución clínica general es mejor en los grupos con entrenamiento en mindfulness. Incluso se encuentran correlatos fisiológicos relacionados con la práctica del mindfullnes y otras técnicas de meditación y una menor degeneración de centros nerviosos implicados en la pérdida de dichas capacidades cognitivas como nos describe detalladamente Sapozhnikov (2015) en su revisión. En un polo opuesto de efectos, Robertson (2015) que analiza el efecto en otros dominios como el espiritual en toda su amplitud e implicación vital también encuentra beneficios de la técnica.

Por otro lado, es verdad que hay un mayor número de estudios centrados en el deterioro, donde se habla de personas con deterioro cognitivo leve o quejas subjetivas de memoria, que pueden llegar en un desarrollo patológico en la demencia (Larouche, E., Hudon, C., & Goulet, S. 2015). En estos casos, el efecto del mindfulness es más intenso que en los anteriores tanto en dominios de deterioro cognitivo (Smart et als., 2016) como en reducción de estrés, efectos fisiológicos inflamatorios a largo plazo o el estado afectivo.

Finalmente, entre la información científica destacada sobre el mindfulness y el deterioro cognitivo o la enfermedad de Alzheimer, se describen beneficios en el mantenimiento de la funcionalidad (Quintana-Hernández, D. J. & Miró-Barrachina, M. T., 2016) en AVDs (Actividades de la vida diaria), y algo muy importante sobre todo en personas que viven la enfermedad en sus domicilios, una mejor percepción de calidad de vida (Churcher Clarke, 2017).

En la literatura revisada se encuentran mucha variabilidad y dificultades, pero hay cierto consenso en los beneficios descritos. En cuanto a las intervenciones, se destaca que en todas ellas no conviene confundir el mindfulness con técnicas de relajación (en algunos casos grupos de este tipo de intervenciones han servido para comparar efectos), ni siquiera con meros ejercicios de meditación. Mindfulness va mucho más allá de todo esto. E incluso algunos autores se atreven a afirmar que la potencia de la técnica es mucho mayor si son añadidas estrategias o técnicas de ACT (Terapia de Aceptación y Compromiso). Es más en la unión de ambas técnicas se encuentra un beneficio mayor a largo plazo, como se ha podido comprobar en alguno de los artículos citados anteriormente.

Claro está que se está describiendo una técnica seria, con base científica y técnica, y practicada por profesionales formados y con experiencia clínica. No se trata del «mindfulness» propuesto por gurús, pseudoprofesionales o precursores de modas que solo sirven para propuestas comerciales actuales de dudosa eficiencia sanitaria.

Definitivamente, las terapias de tercera generación, hablando de intervención neuro-psicológica, se abren camino hacia una nueva forma de intervención que mezcla la técnica profesional, la personalización y la cercanía a la persona. De algún modo se ha pasado de técnicas centradas en los métodos o las valoraciones objetivas de la persona, a la apertura al mundo afectivo, interno y presente de la persona. Y todo ello, sin perder rigor ni eficiencia con el fin de mejorar la calidad de vida dentro de la enfermedad en la demencia.

Agradecimientos: A todo el Servicio de Documentación del CRE de Alzheimer de Salamanca, cuya información y búsqueda bibliográfica ha hecho posible este artículo.

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